Ángel Ignacio Forteza-Rey Bover representa la segunda generación del despacho FRP&Abogados, que heredó de su padre Nicolás. Representa la experiencia y la sabiduría del bufete por su larga y brillante trayectoria profesional. Lleva más de 40 años vistiendo la toga de abogado, pero cada día se siente más atraído por esta profesión a la que ha dedicado su vida y su esfuerzo. Sigue al pie del cañón, aunque va dejando paso a una nueva generación de abogados, entre los que están sus hijos, quienes marcarán el presente y el futuro de este bufete de Palma.
– Siempre destaca la figura de su padre, Nicolás Forteza-Forteza, y afirma que fue quien ha marcado su estilo.
– Mi padre fue mi referente profesional. Me lo enseñó todo, su sabiduría, su forma de tratar al cliente, su sistema de afrontar un pleito, la pasión por buscar la justicia. Mi padre fue un gran abogado pero, por encima de todo, una gran persona.
–¿En qué momento decidió convertirse en abogado?
–Prácticamente desde que tuve uso de razón. Mi vocación fue muy temprana, porque siempre tuve la referencia de mi padre. Siempre tuve claro que me dedicaría en cuerpo y alma a esta profesión.
– ¿Qué recuerda de sus años como universitario en Barcelona?
– Tengo muy buenos recuerdos. Estuve en la Universidad desde 1970 a 1975. Coincidió con la muerte de Franco. Barcelona era una gran ciudad y en ese tiempo se vivían tiempos muy convulsos. Puedo decir que soy uno de esos jóvenes que corrieron delante de los “grises”.
– Pero hay un momento que los estudios se terminan y decide regresar a Mallorca.
– Me incorporé al despacho de mi padre. Hay que tener en cuenta que en esos tiempos los despachos de abogados eran muy distintos a los de ahora. Un abogado era un referente, a veces hacía de confesor, consejero, administrador, lo era todo para un cliente. Se respetaba mucho más su figura. Recuerdo que a mi padre, cada navidad, le regalaban animales vivos. Era la forma que tenían sus clientes de agradecerle sus consejos.
– ¿Recuerda su primer pleito?
– Además de abogado yo siempre he sido músico, y en esa época tocaba en un grupo. Tenía unos amigos que querían crear el sindicato de músicos y artistas. Yo fui su abogado. Recuerdo que tenía colas de artistas en el despacho que querían hablar conmigo. Esta situación me obligó a especializarme en derecho laboral. Era una especialidad que apenas se conocía y tuve que esforzarme mucho. Por lo tanto, yo no empecé con un pleito, sino con muchos a la vez.
– Pero llega el día en el que el sindicato se disuelve…
– Así fue. En ese momento me vinieron a buscar los empresarios del espectáculo para que les representara. Pero hubo un momento en el que me di cuenta de que tenía que abrir el abanico y buscar otras especialidades. En esa época no era bueno encasillarte en una única jurisdicción.
– ¿Hacia dónde dirigió en aquel momento su especialización?
– Me dediqué mucho a defender casos de pacientes que habían sufrido una negligencia médica. En mi carrera he llevado muchos casos de pacientes que han sufrido graves daños tras pasar por las manos del médico. No es fácil afrontar estos casos, pero puedo decir con orgullo que en mi profesión he ganado muchos pleitos de negligencias médicas.
– ¿Cuál fue el caso que más le conmovió?
– Fue el caso de Isabel Caldentey. Esta mujer entró en el quirófano para que le quitaran un quiste en el labio y salió con muerte cerebral. Fue una negligencia muy grave.
– Pocos recuerdan que a raíz de este pleito los médicos cambiaron el sistema de operar y desde entonces informan mejor al paciente sobre los riesgos que corre y se hacen más pruebas antes de entrarlos en el quirófano.
– Así es. Desde que se conoció este caso los médicos adoptan más medidas de seguridad. Los facultativos estuvieron un tiempo sin operar porque decían que exigirían las pruebas de alergia de los pacientes que iban a entrar en el quirófano. Se malinterpretó el caso, porque mi clienta no sufrió la muerte cerebral por la alergia a un medicamento, sino por falta de oxígeno en el cerebro durante la operación. Estamos hablando de los años 90 y había pocos medios para afrontar estos casos, pero pude demostrar la mala praxis de los médicos y les condenaron.
– Me imagino que fueron muchas noches sin dormir para conseguir demostrar la negligencia médica.
– Fueron muchas noches, pero al final conseguí ganar el caso. Se logró una indemnización económica importante, suficiente para sufragar la asistencia diaria de la víctima, que pasó el resto de su vida postrada en la cama.
– En su trayectoria profesional también habrá conocido a muchos delincuentes.
– Sí, los he conocido, pero el derecho penal tampoco ha sido mi gran especialidad. He llevado casos, pero han sido muy restrictivos.
– En cambio, sí se ha dedicado a defender pleitos administrativos.
– Así es, he llevado muchos pleitos contra la administración. Uno de los casos de los que me siento más orgulloso fue cuando conseguí que se eliminara una tarifa abusiva que se cobraba a los propietarios de barcos. Era la llamada tarifa F5 y logré que se declarara ilegal, porque no respondía al principio por el que se aplicaba. No solo se anuló en Baleares, sino también en el resto de España. Fue un caso que provocó una gran conmoción y alegría entre los navegantes.
– También se le conoce por su constante lucha contra los abusos de las compañías de seguros.
– El abuso que ejercen estas compañías de seguros es un problema que sufre la sociedad. Las aseguradoras se caracterizan por ser incumplidoras. Tienen la costumbre de vender grandes ofertas para conseguir clientes, pero al final no cumplen con lo acordado. Una vez conseguí que la compañía sufragara a un cliente el tratamiento de congelación de la próstata, que se negaba a pagar, pese a que el enfermo llevaba casi 40 años pagando el seguro. He tenido muchos pleitos contra las compañías y los sigo teniendo.
– Desde que usted comenzó en esta profesión, ¿ha cambiado mucho el trato con el cliente?
– Ha cambiado mucho y desde mi punto de vista ha cambiado a peor. Ahora todo es distinto, porque el trato profesional ha evolucionado. Antes el abogado era una especie de confesor del cliente, pero ahora el trato es mucho más distante, pero a la vez más profesional.
– También ha cambiado muchos los medios y los métodos de trabajo.
– También ha evolucionado. Antes trabajabas con una máquina de escribir y ahora lo hacemos con modernos ordenadores. La evolución informática nos facilita esta tarea.
– ¿Va a desaparecer la figura del abogado que trabaja solo?
– No sé si va a desaparecer, pero tendrá más dificultades para mantenerse. Antes los abogados asumíamos cualquier caso, pero ahora los clientes necesitan profesionales especializados en una determinada materia. Esta especialización se traduce en un servicio de más calidad que beneficia al cliente. En cambio, esta situación provoca que el trato con el cliente sea ahora más distante, más frío, porque el trabajo se despersonalizada.
– ¿Qué futuro le augura al bufete FR&P Abogados?
– Muy bueno. Tenemos un gran equipo y muy buenos profesionales que están especializados en determinadas áreas. Podemos dar un servicio completo y afrontar cualquier problema legal. He tenido que aceptar la idea de que las cosas cambian y si no evolucionas con la sociedad te quedas atrás. Por eso hemos creado este bufete multidisciplinar, con profesionales de primer nivel.
– Pero usted sigue pensando que por encima de todo está la defensa del cliente…
– Así es, por encima de todo está el cliente y la defensa de sus intereses. No se puede engañar al cliente, se le tiene que ayudar, porque cada vez hay más competencia y los pleitos son más complicados. No es necesario que un abogado sea una mala persona, al contrario, debe ser comprensivo porque muchas veces de su trabajo depende el futuro de muchas personas.